Catalunya Barcelona Film team talks with dramatist Arnau Marin about his professor Philipe Gaulier's reaction to Francisco Franco's death.

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Arnau Marín Díaz

Entrevistado el 5 de mayo de 2017 para la serie documental Catalunya Barcelona.

Nací en 1972, por lo tanto, Franco todavía estaba vivo. Lo que pasaba con Franco es que el catalán era una lengua prohibida y los nombres catalanes no estaban permitidos.

Cuando mis padres me dieron la vida, me llamaron Arnau, es un nombre catalán. El hecho de llamarme Arnau estaba prohibido y, entonces, al ir a registrarme, no pude hacerlo como Arnau y tuve que registrarme como Arnaldo, la versión castellana de Arnau.

Cuando Franco murió en el ’75, lo primero que hicieron mis padres fue ir a cambiarme de nombre al registro civil para que me volviese a llamar Arnau, que es mi nombre original, es como me llamo.

Anécdotas de esta época. Es curioso porque la muerte de Franco, aquí en Barcelona hubo una grandísima manifestación. Y yo tenía tres años y fui con mi tía, la tía Paquita. Todavía tengo fotos de mi primera manifestación a los tres años y que, seguramente, tenga mucho que ver con ese espíritu catalán de juntarse, manifestarse, ir en contra de la opresión.

Yo de pequeño ya fui con una estelada, una bandera catalana. Aunque no me gustan mucho las banderas, ni unas ni otras, pero me empujaron a llevarla desde pequeño.

Fue una explosión de liberación. La gente festejaba, se emborrachaba por la calle, aunque había el peligro de que, después de la muerte de Franco, se instalara un nuevo dictador.

De hecho, estaba el sustituto, Carrero Blanco, estaba preparado. Lo que pasa es que ETA lo eliminó con una bomba bajo el coche.

Mi trabajo y mi pasión son lo mismo. Me dedico al teatro, aunque es algo complejo, porque no es solo teatro, creo que es el arte, en definitiva.

Supongo que, poco a poco, voy dándome cuenta de que el teatro es el medio para acercarse al arte y, quizás, a la belleza o a la búsqueda de un tipo de humanidad. Y la herramienta que yo tengo es el teatro, es lo que me permite ir conociendo a la gente y a las personas poco a poco, conocerme a mí mismo y comunicarme con ellos a través de historias o acciones.

Y el teatro es una de las herramientas que conozco mejor y que llevo años practicando. Es mi pasión, es mi oficio.

Principalmente, crecí en el barrio de Sant Antoni, o el barrio de Poble Sec. Es curioso, mis primeros años los viví en Sant Antoni, en la calle Urgell, en casa de mis abuelos.

Lo más curioso de mi historia es que mis padres me tuvieron muy jóvenes, mi madre tenía 16 años y mi padre, 21. Pero ellos lo hicieron con la intención de liberarse e irse de casa.

No fue un accidente, según ellos y otra gente que conozco. Su idea era liberarse de casa pero me tuvieron y no pasó lo que querían; acabamos viviendo en casa de mis abuelos, de los padres de mi madre. Vivíamos siete personas en 45 m².

Vivimos así durante tres años. Seguramente, allí, ya se veía un poco mi inclinación artística desde pequeño porque bailaba y cantaba todo el día, estaba todo el día de fiesta, de fiesta, de fiesta.

Después, vine a Poble Sec con tres años. Justamente, vine al piso donde estoy ahora, que es un piso de alquiler de mi antigua renta que todavía mantenemos a través de mi padre, y está en Poble Sec. Primero Sant Antoni, después Poble Sec y después, cuando tenía once años, volví a Sant Antoni pero que está a nada, a tres minutos de aquí. Crucé la frontera que es el Paral·lel y fui a Sant Antoni, a la calle Manso, que es, digamos, el piso de la familia.

Y a la vez, fui a la escuela en Montjuic, que está en Sant Antoni, en la Escuela de Bosc que hay al lado de la fundación Joan Miró.

Con todo lo que dicen de la montaña olímpica, o ahora, la montaña del teatro. Todo es una simbología bastante divertida.

La verdad es que estos barrios han cambiado mucho, sobre todo la zona… bueno, tanto el Poble Sec como Sant Antoni. Es curioso porque, para nosotros, era un barrio popular. De hecho, era un barrio popular, yo iba a una escuela pública donde vivían gitanos en caravanas, en la montaña. Pero, con las olimpiadas, les echaron.

Por ejemplo, la calle Parlament, que está en Sant Antoni pero se ha convertido en la calle hipster por excelencia, para nosotros, era la calle de la horchatería Sirvent, nosotros solo íbamos allí para comprar horchata.

Ahora se ha convertido en una calle donde te arreglas la barba, donde vas a cenar a sitios cools, donde hay una librería súper enrollada… Y al Poble Sec le está pasando un poco lo mismo. Creo que le está pasando a Barcelona, que se está conviertiendo en una especie de parque temático turístico.

Y los barrios populares, aquellos donde la gente ha vivido siempre, empieza a haber ‘cleaners’, lavadoras públicas, que es el primer símbolo de que los extranjeros con más poder adquisitivo están ocupando Barcelona, de alguna forma.

Para nosotros es un gran cambio porque las calles del Raval, por ejemplo, yo iba allí a comprar discos de David Bowie, de pequeño, cuando tenía doce o trece años. Ahora se están convirtiendo en una especie de locales de moda súper cools. Y se ha perdido un poco este ambiente, ¿no?

Pero supongo que todos somos víctimas. Yo mismo soy víctima de esto. O también lo propicio.

Y a parte, la parte teatral, que siempre ha sido un barrio teatral porque el Paral·lel era una de las arterias del teatro comercial. Pero después, sobre todo en Monjuic, tenemos toda la parte del [Teatre] Lliure, el mercado de las flores, donde hay un teatro de autor pseudo-comercial, que está el instituto del teatro, que es la gran universidad del teatro.

Es un barrio que se transforma mucho. Las Olimpiadas hicieron un cambio radical, sobre todo en Poble Sec. Fueron una bestialidad.

Yo estudiaba en una escuela y jugaba en un equipo de fútbol y, para ir de la escuela al campo de fútbol, cruzaba por un campo donde había gitanos. Yo tenía que correr porque les teníamos miedo porque eran un poco diferentes, ¿no?

En el ’92, sobre los noventa, tiraron todo aquello. Lo convirtieron en un barrio muy moderno. Construyeron unos estadios muy chulos, las pincinas municipales, que tienen unas vistas preciosas de la ciudad, remodelaron el teatro griego…

Barcelona es una ciudad en cambio constante, se mueve a golpes, en impactos. Las olimpiadas fueron uno, el Fórum [Universal] de las Culturas fue otro. Y se van generando grandes cambios.

Yo sé por mi abuela, aunque ella nació justo ese año, en 1928, fue la segunda gran exposición universal. Que es la que le debemos la Plaza España y toda la zona de María Cristina y las torres venecianas. Fue eso, fue otro evento que hizo que Barcelona cambiase.

Nosotros, como parte del barrio, veíamos estos cambios constantemente.

Cuando hablo de víctimas, hablo de una víctima global. Yo no me siento una víctima del estado español aunque creo que comete muchos errores porque no considera las diferentes sensibilidades que hay en una nación.

Creo que Cataluña tiene identidad propia, evidentemente, tenemos una lengua propia, tenemos unas tradiciones propias.

Yo no creo en los nacionalismos, por lo tanto, me da igual ser catalán, español, inglés americano o europeo. No tiene mucho sentido. Pero cobra sentido cuando sientes que estás perdiendo la identidad.

Yo creo que no solo nosotros, sino el mundo está perdiendo la identidad ante las grandes corporaciones. Yo creo que las grandes corporaciones son las que propician que nos convirtamos en víctimas de un sistema.

Es un sistema donde la predilección es la explotación, el dinero rápido y olvidar que hay gente, que hay historias, personas, familias, individuos que intentan vivir en el mundo de forma digna.

Entonces, las corporaciones, más allá de las grandes naciones como España, son las que están propiciando que nos convirtamos en víctimas de esta especie de parque temático barcelonés, como decia, que es una bestia absoluta del turismo.

Más allá de España, que también comete errores, al igual que los comete Cataluña, los comete Barcelona, todo el mundo.

Pero sí que somos víctimas de una especie de… Somos víctimas de tener una ciudad privilegiada. Una ciudad en la que se vive muy bien, tiene una temperatura muy buena, se come muy bien, no es una ciudad nada pobre. Teniendo en cuenta la crisis, es una ciudad que todavía aguanta, seguramente por esta parte turística.

Y esto hace que la gente quiera venir a Barcelona. Es una ciudad que está en ebullición desde hace años. Se tiene que ver hasta qué punto es una ebullición profunda pero yo creo que no hay ebullición profunda. Ni Londres ni Nueva York son ebulliciones temporales pero Barcelona está en este punto. Y así, la gente quiere venir y se genera una especie de brutalidad.

Es verdad que cuando voy al extranjero no digo que soy español, no digo que soy catalán, digo que soy de Barcelona. Esto indica muy bien el orgullo que tenemos de la ciudad pero al mismo tiempo somos víctimas de esta ciudad. Bueno, cuando estoy en Barcelona, digo que soy de Poble Sec. Es una manera de minimizar y localizarme.

Cuando era pequeño, de las cosas que me divertían más era, sobre todo, jugar a fútbol. Aquí en Barcelona jugar a fútbol es casi una religión.

Pero como yo de pequeño era un poco gamberro, creo que todavía lo soy, pues yo me dedicaba a bajar de Montjuic, justamente, del barrio de Sant Antoni o del distrito de Sants-Montjuic, y recogía cerezas ‘bordes’, o sea, cerezas que no se pueden comer porque son perjudiciales, y me dedicaba a tirárselas a la gente. Pero, sobre todo, a la policía.

De pequeño, ya tenía este sentido rebelde que, seguramente, tiene mucho que ver con mi familia, tiene que ver con el ambiente en el que nací, con un ambiente de rechazo contra la autoridad, seguramente, también con el sentido catalán. Volviendo a esta idea, creo que los catalanes, en general, desconfían mucho de la autoridad y, sobre todo, desconfían de las autoridades con uniforme porque la autoridad con uniforme, durante el Franquismo, estuvo muy establecida y esto generaba cierta violencia.

Y yo me dedicaba a esto. Tengo una anécdota muy divertida de una de las veces que tiré naranjas grandes y podridas. Pasaba un coche de la policía y se las tiré. La ventana estaba abierta, chocó en la ventana y la naranja se petó y le cayó todo encima al policía. Yo salí corriendo y no me cogieron.

Pero, dos días después, la policía vino a buscarme a mi escuela. También era divertido porque no estaba en la escuela porque había hecho ver que estaba enfermo para no ir, quiero decir, que todavía se hizo más grande. Cuando me cogieron, evidentemente, no pasó gran cosa pero en la escuela me echaron bronca y tal. Cuando le expliqué a mis padres por qué lo había hecho, la forma de justificarme ante mi padre fue ‘es que los polis son del Madrid’.

Era una forma de escaquearme, yo no sabía si los polis eran del Madrid o del Barça pero sabía que mi padre, siendo muy del Barça, si le decía eso, sería más suave. Bueno, que la bronca fue igual de fuerte. Pero bueno, era una manera de escapar.

También esta dicotomía Madrid – Barcelona y la gente autoritaria siempre han estado presentes. En mi caso, muy fuertemente.

Sí, sobre historias de la época de Franco, antes de que yo naciera, tengo unas cuantas, sobre todo de mis abuelas. Yo tengo una familia mixta, de hecho, soy charnego, que se dice, porque soy de madre catalana y padre español, de Cuenca. Con tres años, ya vivía aquí pero mis abuelos son de un pueblo muy pequeño de Cuenca, en el centro de España.

Mi abuelo paterno luchó contra Franco y contra Hitler. Estuvo en un campo de concentración, bueno, de refugiados en Arles, en el sur de Francia. Entonces, ellos fueron huyendo de todas partes.

En casa de mis abuelos, en Hospitalet, cuando se instalaron en Barcelona o en Cataluña, de hecho, vivían en Hospitalet, mi abuela todavía vive. Allí, había invitados todo el día. Mis abuelos alquilaban habitaciones para poder sobrevivir y poder comprar comida y todo eso.

También hay historias de mi otra abuela, la abuela catalana, digamos. Mi abuela catalana tenía un hermano que se llamaba Adolfo, curioso este nombre, y tuvo que huir y acabó en Argentina. Que después, desde que mi abuela tenía veinte años, dejó de saber de su hermano.

Porque tuvo que irse a Argentina y nunca más supimos de él hasta no hace mucho, pudo contactar con los hijos de su hermano e incluso con algún nieto de Argentina.

Entonces, historias, muchas. Del racionamiento, las tarjetas de racionamiento. Después de la guerra, como no había comida, todos iban con la tarjeta de racionamiento para pedir comida.

Y las mil cosas que acababan haciendo; desde matar palomas para poder comer o trabajar en cosas curiosas.

También me han explicado muchas veces la sensación de los bombardeos. Mi abuela catalana, digamos, las dos se llaman María, pues ella todavía me explica cuando escuchaba las bombas o las alarmas, cómo se escondían bajo el metro, dentro del metro, y estaban allí horas, alguna vez incluso más de un día porque Barcelona fue una ciudad que bombardearon mucho.

Evidentemente, fue una de las últimas en caer. Barcelona y Cataluña en general tienen una tradición anarquista muy fuerte. Y claro, Franco y el anarquismo no se llevaban muy bien.

Entonces, los ataques a Barcelona eran muy constantes. Mi abuela se escondía constantemente con la familia. Me explicaba cómo su madre, porque su padre tuvo que huir y murió fuera también, su madre levantó una familia con tres hijos trabajando de cualquier cosa e intentando echar adelante una familia.

Sí, cosas concretas son estas.

Viví los cambios en mi propia piel y en el ambiente. Estos cambios constantes de poder votar. Yo era muy pequeño cuando se pudo votar en España pero lo notabas en el ambiente. Sentí claramente el hecho de poder votar, el hecho de la muerte de Franco solo por la manifestación, el golpe de estado.

Hubo un golpe de estado de Tejero, intentaron hacer un golpe de estado militar cuando se alzaron en contra de la democracia. Eran las reminiscencias militares de Franco, que todavía continúan. Pero en ese caso, se alzaron, se sublevaron, intentaron ocupar las cortes españolas.

Yo eso Lo recuerdo perfectamente. Estaba en la escuela y fue un momento muy tenso porque nosotros no lo entendíamos muy bien porque éramos demasiado perqueños pero sabíamos que si eso seguía, hundiría toda la libertad que creíamos haber conseguido.

También recuerdo exactamente el cambio que hubo de un partido central, los socialistas. La entrada de Felipe González, que fue en 1982, no, en 1980. También recuerdo el ’82, que hubo el mundial de fútbol, otro evento que cambió la ciudad.

Además, yo tuve la suerte de asistir a la inauguración. He tenido mucha suerte porque curiosamente he estado en todos esos eventos, tanto en la inauguración de las olimpiadas pero allí trabajando y, en esto otro, como espectador.

Fueron momentos de una cronología histórica bestial, yo creo que viví momentos bestias aunque, en muchos de esos momentos, no era consciente de lo que pasaba pero en el ambiente se respiraba un ‘ay, ay, que vuelve Franco, o vuelven los franquistas’.

La llegada y la liberación de los socialistas fue, para mucha gente, un momento absolutamente liberador. Ahora los socialistas estos dan pena. Pero bueno, en ese momento, hubo un momento de libertad.

También recuerdo perfectamente un referendum, ahora se habla del referendum. Hubo un referendum sobre la OTAN, sobre la NATO, como lo llaman los americanos. Sobre si entrar o no a la OTAN. Recuerdo perfectamente el movimiento para no entrar y el movimiento para entrar y de cómo los socialistas empezaron su inclunación hacia un socialismo no tan socialista y apostaron por entrar en la OTAN. España entró en la OTAN por un referendum.

Ahora que se habla de referendum, estaría bien hablar de esto, recordar que ya se hizo uno. Recordar que es una herramienta completamente democrática, no debería asustarnos. Estemos o no de acuerdo con la independencia, hablemos de votar. Votemos, ¿por qué no?

Recuerdo perfectamente las olimpiadas por que yo trabajaba. El Fórum de las Culturas fue un gran invento que intentaron pero que hizo una transformación muy fuerte en una parte de la ciudad. Allí también trabajé, quiero decir, que he estado en sitios curiosos y los he podido vivir de primera mano. Seguramente todos los hemos podido vivir pero yo, trabajando, por suerte o por los diferentes oficios que tenía, en ese momento, pude estar allí.

La idea del referendum sobre convertirse en un estado independiente o no creo que va más allá del hecho de ser independentista. Yo no me considero una persona independentista, bueno, o sí, no puedo decirlo.

Pero no hablo del independentismo como independentismo de Cataluña. Yo creo que el independentismo o sentirse capaz de cambiar las cosas tiene que estar siempre. Quien no quiera cambiar las cosas para mí tiene un problema.

Entonces, el hecho de que un país como Cataluña, porque en cierta manera, evidentemente, es un país, uno no oficial pero lo es por tradición, por la lengua, por la cultura, pues que quiera decidir su futuro me parece absolutamente positivo y necesario.

Otra cosa es lo que yo vote. Quizás voto que no. Pero creo que se tiene que poder votar y pedir la voz del pueblo. Porque la voz del pueblo es vital para entender qué es lo que queremos.

Yo no quiero votar contra España porque no quiero votar contra nada, quiero votar a favor de construir algo. Y a parte, una parte de mi familia es española y, por lo tanto, no lucho contra nadie. Pero sí que creo que el derecho a votar es importante. Por desgracia, creo que no vivimos en una democracia en ninguna parte del mundo pero bueno, en este caso, todavía menos.

El referendum de septiembre propone, principalmente, decidir si seguir o no atados a la nación española.

Esta es la parte legal. Lo que representa para mucha gente es el hecho de poder decidir sobre su propio futuro y, para alguien como yo, que no es independentista pero cree en la justicia social, creo que es una oportunidad para delimitar y para tener más control de la justicia.

Es por esto que tengo un intenso dilema sobre votar una cosa u otra. No creo en la independencia porque crea que los estados estén mejor abiertos pero sí que creo que un control más abierto de las instituciones permite una mejor repartición de los bienes y la justicia. Un mejor control. Hay corrupción en España, en Cataluña, en Estados Unidos, en Italia, en Francia, en todas partes. Ahora, tener el ojo cerca debería permitirte poder controlarlo mejor. Yo creo que esta es una de las herramientas.

Yo creo que hay un efecto preolímpico, es un momento que recordaré siempre, el efecto de orgullo barcelonés. Yo tenía catorce años cuando el COI asignó Barcelona como la próxima sede de las olimpiadas. Yo estaba en la escuela del Bosc y no pudo hacerse clase. Todos estábamos tan contentos que cantábamos y gritábamos por la escuela. Estabamos exultantes. Yo creo que pocas veces he sentido una energía tan bestia y tan espontánea en la gente.

Evidentemente, esto viene de una preparación y de un gran sentimiento de ciudad. Esto creó un orgullo barcelonés. Como decía, muchos barceloneses decimos que somos de Barcelona, no que somos catalanes o españoles; somos de Barcelona. Este fue un momento grandísimo.

Después, toda la transformación de la ciudad, en muchos casos, a mejor, se tiene que reconocer. Creo que Barcelona tiene un sistema de metro muy bueno, un sistema de transportes muy bueno y se debe mucho a esto.

Ciertas modernizaciones de barrios, o actualizaciones, pero también a cambio de la pérdida de partes de la tradición. Esta es la parte negativa. Esto que te decía de los gitanos que vivían en cabañas, les echaron de la ciudad o les apartaron a lugares diferentes.

Fue un poco un escaparate: mostrando las cosas buenas pero escondiendo las malas, es lo que pasa con estas cosas. También generó muchos puestos de trabajo. Yo trabajé de informático en Barcelona porque, en ese momento, yo estaba estudiando informática. Entonces, estaba en primer año de informática y me seleccionaron solo porque hacía falta.

Yo creo que el efecto positivo más importante es el orgullo ciudadano y la modernización.

También es verdad que tenemos que pensar que Barcelona fue la primera gran olimpiada en la que hubo voluntarios. La masificación de voluntarios era enorme. Las olimpiadas de Barcelona se pudieron hacer gracias a los voluntarios. Estaba lleno, yo era voluntario pero como me contrataron, tuve que dejar de serlo porque estaba contratado, trabajaba para las olimpiadas. Pero si no, hubiese estado como voluntario.

De hecho, hacíamos cursos de voluntariado. De cómo ayudar, de cómo estar en diferentes sitios. Y fue un momento muy grande. Yo lo vi primero como voluntario y después como trabajador. El orgullo barcelonés fue muy grande.

Y además, fueron unas olimpiadas que fueron vistas por el mundo como las mejores olimpiadas que se habían hecho nunca. La inauguración de las olimpiadas en Barcelona que hizo la Fura dels Baus, una compañía con la que después trabajé como actor y también como co-director, fue una bomba.

Ahora todas las olimpiadas hacen estas presentaciones pero la primera fue Barcelona. Con esta tradición de teatro y de calle. Aquí se unieron las tradiciones del teatro catalán y esto fue interesante. Teatro de calle, correfoc, castells, todo eso se mostró con su mediterraneidad y fue muy bonito.

Si hablamos de modernismo aquí y, sobre todo, en Barcelona, pero en toda Cataluña, entra la figura de Gaudí, ¿no? Dentro de lo que es, es la gran vanguardia catalana, sobre todo barcelonesa. El modernismo es el pretexto, de hecho, hace poco, leía en El País, un medio estatal, que la Sagrada Familia es el museo – monumento de toda España, más que el museo del Barça o del Madrid.

La Sagrada Familia es una catedral enorme. Pero el efecto es increíble. Tanto es así que una de las cosas curiosas cuando lees historia y sigues un poco la de tu ciudad es que, durante el Franquismo, una de las cosas que hizo el ejército franquista era esconder esta joya arquitectónica que teníamos.

Barcelona es una ciudad romana. De hecho, Fenicia también, una parte. Pero lo más importante que tenemos, lo que más llama la atención, lo que nos hace diferentes al mundo es Gaudí. Es el modernismo y Gaudí como gran exponente. Después ya Domènech i Cadafalch, i Jujol y otra gente. Pero el modernismo es lo que hace de la ciudad algo especial.

Franco, de alguna forma, no Franco, sino sus secuaces esconden esta joya porque Barcelona es un polo muy potente economica y culturalmente en España y esconder esta joya hace que sea menos potente. Claro, cuando Barcelona se abre y empieza a recuperar el modernismo, hace que esto se impregne.

Y con esto llego al teatro. El modernismo y Gaudí apuestan, sobre todo, por el origen de la tierra, todas estas esculturas tan arraigadas que forman formas terrenales, de piedras, rocas, hojas.

Tiene mucho que ver con nuestra tradición mediterránea. Yo creo que Barcelona no es una ciudad española ni catalana, es una ciudad mediterránea. Es una ciudad con mar. Uno de los efectos que no he comentado antes de las olimpiadas, se publició mucho, pero es cierto que, a través de las olimpiadas, Barcelona se abrió mucho al mar.

Porque, durante el Franquismo, Barcelona se construyó muy mal. Bueno, de hecho, como todas las ciudades. Primero había murallas medievales, las tiraron, pero se construyó mal. A parte del Eixample, que es un gran efecto de planificación brutal, el Eixample es la planificación ciudadana perfecta. El resto no estaba bien planificado.

Con las olimpiadas, Barcelona se abre al mar. Entonces, ahora que nosotros disfrutamos de ir al mar con facilidad, antes no era tan normal. Incluso para mí, yo vivía en una ciudad con mar pero no era tan…

Yo iba al mar pero iba lejos, no iba a Barcelona. Ahora, desde hace años, puedo ir a Barcelona tranquilamente, no hay problema. Limpiaron las playas y se abrió al mar.

¿Qué quiere decir? Se abrió al Mediterráneo, creo que se abría a una tradición nuestra que es la del mar, la naturaleza, el viento, el agua, la roca picada contra el agua. Y esto es muy modernista.

Esto también, está en nuestro arte. En el arte visual, el pictórico y en el teatro creo que también, en esta especie de teatro más orgánico, más de las entrañas. Un teatro vivido desde una historia profunda porque claro, el Mediterráneo es el origen de la historia occidental con los griegos y después, con nosotros. Los griegos también estuvieron por aquí.

Por lo tanto, tenemos una tradición mediterránea en la cultura y también en el arte. Este aspecto más volcánico, digamos. Aunque dicen que los catalanes somos fríos al lado de otros españoles pero aún así hay un volcán dentro, hay una tierra, un agua, una arena, hay algo volcánico que es el modernismo.

En Cataluña hay dos tipos, bueno, hay más pero la tradición teatral catalana viene mucho de pastorcillos amateur y también del teatro de calle. Teatro de calle son los correfocs, incluso podríamos decir que manifestaciones como los castells son un evento casi teatral porque es una construcción arquitectónica hecha de hombres y esto habla mucho también del espíritu catalán.

A finales de los setenta, principios de los ochenta, con esta apertura democrática de nuestras instituciones y de nuestro país, permitió que ciertas compañías que hacían teatro popular abriesen sus fronteras.

Hablo de gente como la Fura dels Baus, claramente, pero también de comediantes que hacen un teatro de calle y de animación muy curioso también, también los juglares con su crítica política.

Lo que hicieron fue utilizar nuestra tradición pura y llevarla a la calle. De hecho, la Fura dels Baus era gente de un pueblo de Mollet del Vallés que tenían la tradición de hacer teatro de calle. Hacían los demonios, correfocs. Y esto se convirtió en un medio de expresión artístico pero que no estaba exento de crítica política, de una apertura.

Creo que el teatro catalán ha perdido potencia porque no lucha contra nada. Se ha aburguesado un poco. Creo que el teatro en Madrid tiene más fuerza porque en Madrid hace demasiado tiempo que hay gobiernos muy reaccionarios. Entonces, la reacción contra la reacción genera arte.

Y nosotros nos hemos aburguesado desde el punto de vista de la lucha. Ahora la lucha es sobre la independencia.

Creo que esto está muy relacionado con el teatro de calle. Creo que las manifestaciones, por ejemplo, las estatuas de las Ramblas que se han convertido en una especie de marca registrada pero nacieron de la necesidad. Y después se convirtieron en una marca registrada y, más tarde, se empezaron a prohibir.

Porque aquí, en Barcelona, durante una época, hubo un gobierno muy conservador, o conservador, y lo que hizo fue ir eliminando tradiciones que apostaban por la libertad. El arte es una herramienta de libertad y claro, ciertos régimenes no la permiten.

Entonces, todo lo que sea calle y acercar el teatro o el arte a la calle y, por tanto, el pensamiento en la calle se iba eliminando poco a poco.

Creo que ahora estamos en un momento en que todo puede volver a surgir. Creo que es un momento bueno porque hay condiciones en el ayuntamiento que quizás permiten ir un poco más allá.

Y no hacer solo de cara a la galería. Las estatuas de la Rambla empezaron como necesidad y voluntad expresiva y, poco a poco, se han ido convirtiendo en una marca registrada.

La gente que hace estatuas en la Rambla hacen tours por el mundo y son las estatuas de la Rambla de Barcelona. Van a Canadá a hacer un tour de estatua en la Rambla. Sacado de contexto es como hacer un McDonald de los castellers, pierde el sentido. Las estatuas están allí porque nacen de una… Pero bueno, supongo que la necesidad de negocio está ahí y entonces ellos mismos se convierten en un negocio.

 

Sí, ahora solo están al final de la Rambla. La Rambla se la cargaron hace un año cuando empezaron a cambiar las paradas de animales y flores y empezaron a poner chiringuitos que vendían waffles y chapas del Barça. La Rambla no era eso.

Como barcelonés, se debería crear una plataforma que hiciese puentes para saltarse la Rambla, así no tendríamos que verla. Cuando yo, de pequeño… Pero me encantaría un puente, así no tendría que verla.

Pero no solo para los turistas, sino por lo que han hecho las propias instituciones para que la Rambla se convirtiera en un parque temático, The Waffle Land.

El Liceo se ha quemado dos veces. Una cuando yo estaba vivo, creo que fue en el ’95, ¿puede ser? Yo justamente trabajaba de monitor en una escuela y recuerdo el momento en que se quemó.

La gente decía, y quizás no se equivocaba, que lo quemaron para hacerlo más grande. Porque no podía crecer, entonces lo quemaron y lo pudieron expandir. Es una posibilidad.

Creo que también se quemó antes, en 1898 aproximadamente. Porque unos anarquistas pusieron una bomba contra la burguesía que iba al Liceo.

Aquí volvemos otra vez a esta lucha de clases tan catalana. En Cataluña hay una gran burguesía pero también un gran obrerismo, gente obrera. Por lo tanto, siempre ha habido esta batalla.

El Liceo era un símbolo clarísimo de burguesía. Yo había ido pero con la escuela y a ver pequeñas cosas y, justamente, un mes antes de que se quemara, es algo curioso, fui a ver una obra de Donizetti. Al mes siguiente se quemó.

Por lo tanto, lo pude ver antes y después. He ido alguna otra vez después, no muchas más, pero alguna que otra sí.

Es un símbolo de la burguesía en una zona absolutamente popular. El Liceo tiene una historia curiosa; esto lo sé porque como actor he hecho algunos tours del Liceo.

El Liceo se encontraba en el que se llamaba barrio chino, que es lo que ahora conocemos como el Raval. Los señores burgueses iban a ver óperas con sus mujeres pero se iban en las medias partes o antes y se iban de putas justo al lado porque los prostíbulos estaban al lado.

Eran los prostíbulos hechos para cuando llegaban los marineros americanos. Se iban de putas al barrio chino.

Entonces, ellos tenían a las prostitutas, o bien subían unas calles por encima de la Rambla donde estaban sus amantes, que tenían pisos pagados por ellos. Una de las cosas curiosas que pasaba en el Liceo es que cuando los maridos se iban, las mujeres que se quedaban en el Liceo discutían para ver cuál de sus maridos tenía la amante más interesante.

Es una de las cosas curiosas que se ha sabido históricamente, que el burgués tenía una mujer, una amante, fábricas… porque había una burguesía muy potente económicamente en Cataluña, había mucha fábrica.

Se acabó de construir el Eixample, se acabó de construir esta ciudad esplendorosa, la ciudad de los prodigios, que dicen.

Y ellos tenían eso, una amante y las señoras se peleaban para ver quién tenía la mejor amante. Eso era el Liceo, una gran metáfora de Cataluña o, sobre todo, de Barcelona.

Barcelona es una ciudad tradicionalmente teatral. Más que Madrid porque allí hay mucho cine. Ahora hay mucho teatro en Madrid porque es una ciudad que ha crecido y es enorme, hay de todo.

Pero Barcelona era y es una ciudad muy teatral, con teatros históricos como el Lliure. Ahora ya el Lliure es una institución pero antes era una cooperativa de gente que se juntó y decidió hacer un teatro. Como he dicho antes, con compañías como la Fura dels Baus, juglares, comediantes, Dagoll Dagom, Tricicle, La Cubana. Hay compañías de todo tipo que han nacido en Cataluña y Barcelona concretamente o, como mínimo, han llegado a parar a Barcelona.

Está el Teatre Lliure que se ha convertido en una especie de institución relativamente alternativa porque tiene influencias externas y el teatro que se hace no es únicamente complaciente. Como el teatro nacional, que tiene un punto más complaciente, más de teatro bien hecho pero desde un punto de vista social o político inocuo. Es algo que viene para llenar un hueco de necesidad de cultura para la institución.

Después hay teatros comerciales. Hay uno que se llama Alternatiu pero que es mentira, es un teatro pequeño que lo que hace es intentar reproducir estructuras de gran teatro.

Hay otros teatros donde pueden suceder cosas interesantes. Está la Hiroshima, aquí en Poble Sec, que es un teatro interesante donde pasan cosas curiosas. Está el Antic Teatre donde se intentan hacer cosas curiosas. Pero yo diría que el tejido teatral catalán o barcelonés es más de compañías y no de espacios.

Entonces, están todos estos más históricos y después están las compañías. Yo soy parte de una de ellas donde intentamos hacer un teatro personal, un teatro que habla de nuestras inquietudes.

Está el teatro que habla muy desde el ‘yo’ o el que hacemos nosotros, el teatro de Enjólit. Yo formo parte de esta compañía y es una en la que intentamos hacer un teatro social, teatro de cuestionamiento, de apuntar a lo que nos parecen cosas injustas o conceptos erróneos, según nuestro criterio.

Entonces nosotros, según lo que te he explicado, tiene mucho sentido para mí formar parte de esta compañía. Tiene un sentido histórico, de haber nacido en una familia que luchó contra Franco, que, de alguna manera, vivió la opresión. Yo, de pequeño, ya era un poco rebelde en cuanto a la autoridad se refiere.

Entonces, el teatro tiene un sentido. Y tiene también el sentido de comunión. Y esto es un concepto muy catalán. Yo hay cosas que critico del espíritu catalán pero si hay algo interesante del espíritu catalán es el espíritu de comunión. Es espíritu de ir juntos. Incluso con gente con la que no te entiendes mucho, que esto es algo un poco conflictivo, politicamente sucede.

Y pienso que, por ejemplo, en nuestro caso, somos una compañía que hace diez años que estamos juntos y que todavía seguimos aquí en un mundo cada vez más individual. Que cinco personas todavía luchan juntas es muy alentador bajo mi punto de vista.

Y tiene mucho que ver con esta tradición catalana de los castells, todos juntos, la sardana, todos juntos. No es un baile de dos, no es uno de tres, es un baile de cincuenta, de sesenta personas, es una acción de cien. Y creo que esto tiene mucho que ver con el espíritu catalán. Es algo que creo que sí que rescato de nuestro espíritu, no es tan individualista. Hay algo en decir ‘vamos juntos, vamos’. Y creo que también pasa en el teatro. He mezclado cosas, pero bueno.

Nuestro teatro cuestiona nuestra sociedad. Por lo tanto, la más cercana a nosotros es la barcelonesa, catalana, española. Aunque apuntamos a lo general para hablar de lo concreto. Somos un poco marxistas en eso. O sea, miramos a lo general pero actuamos en lo concreto.

Aquí hay una realidad pero, como decía antes, no nos podemos abstraer del mundo porque nosotros podemos decir que el estado español nos niega la posibilidad de hablar en catalán. Pero lo que también está pasando es que nuestros restaurantes se están convirtiendo en McDonald’s. Y el McDonald’s no es una empresa española, ni tampoco americana. El McDonald’s es el McDonald’s y está por encima de todo.

Nosotros también hablamos de eso, de esta globalización criminal que afecta al individuo barcelonés, catalán o poblesequiense, como yo mismo.

Hablamos de eso pero también criticamos o apuntamos o nos quejamos de las instituciones de aquí que permiten que esto pase y del individuo como nosotros que permite que esto pase. No es solo la institución, es el individuo que permite que esto le afecte.

Entonces, nosotros hablamos de este mundo que está un poco matando la cultura particular y la sociedad particular, no sé si me explico.

Es difícil decir cómo una ciudad o unas instituciones apoyan o no el arte. Yo he tenido la suerte de vivir en diferentes lugares del mundo y me quejo mucho de aquí, que es lo que tengo que hacer, tengo que quejarme de que no hay suficiente apoyo al arte porque nunca habrá suficiente.

Según mi criterio, el arte es lo más importante que el hombre es capaz de hacer. No lo que más necesita; necesita comer, médicos, pero lo más importante que el hombre puede generar, la humanidad, el hombre y la mujer, es el arte. Lo que está más allá y que somos capaces de hacer; eso es el arte. Por lo tanto, nunca habrá suficiente apoyo.

Pero yo, que he estado en Inglaterra, Estados Unidos, Francia e Italia, debo decir que no estamos tan mal. Pero no es suficiente. Evidentemente, Francia es un paraíso en comparación a nosotros pero si me comparo con Estados Unidos o con Italia o, incluso, con Inglaterra, en algunas cosas, pienso que hay un apoyo relativamente bueno teniendo en cuenta los recursos.

Porque si hablamos de un país como Estados Unidos, que tiene muchos recursos pero no le sirve a la gente, o si hablamos de Inglaterra que también tiene muchos y tampoco los usa tanto porque es una cultura elitista, no es una cultura baja, pues entonces creo que no estamos mal. Lo de Italia es un festival que no cuenta, aquello es una fiesta en la que cada uno hace lo que quiere.

Ahora sí, creo que si aquí se apoya más el arte es porque la gente se queja y ahora vuelvo al espíritu de comunidad. Creo que la gente tiene un sentido de rebelión, de no aceptar lo que nos dan.

Que esto, seguramente, venga de nuestra historia con Franco. Yo voy a estos países y me dicen, ‘ostras, que los catalanes sois luchadores’. Es que nosotros, como mínimo mi generación, todavía recordamos o hemos vivido en nuestra propia piel lo que es no poderse llamar Arnau, no poder no ser creyente.

Yo no estoy bautizado. Ahora es normalísimo y aquí, en Cataluña, es muy normal. Pero en una época determinada tenías que ser español y cristiano o católico apostólico romano. No serlo era una gran rebelión.

Yo me llamo Arnau y no estoy bautizado y no soy creyente. De hecho, soy agnóstico, ateo, directa y claramente. No serlo, en aquella época, era algo de una gran rebelión. Por lo tanto, todavía muchos de nosotros tenemos ese espíritu de lucha. Yo creo que se está perdiendo con cada generación porque vive más en la comodidad.

Y esto lo vi cuando fui a Estados Unidos. El ‘land of plenty’ americano ha hecho que la gente sea absolutamente ‘numb’ o ‘dumb’, en el sentido de ‘¿por qué tengo que luchar si tendré una tele grande?’

En Italia también ha pasado esto porque Italia tuvo una época muy buena desde los años sesenta, y así, están completamente apalancados.

Cataluña todavía aguanta pero nos queda poco. Todavía somos rebeldes. Todavía. Pero lo perderemos, eh. Lo estamos perdiendo.

Yo creo que la rebelión se está perdiendo un poco porque también cuando las instituciones empiezan a tener poder económico, y Cataluña lo tiene relativamente como país occidental, por eso puede controlar más las artes y solo ayuda a las que son inocuas, que no hacen daño.

Entonces, esta ayuda es un poco peligrosa. Es donde nosotros como artistas tenemos que rebelarnos contra esto. Y rebelarnos, seguramente, signifique no aceptar las cosas por dinero, que esto es una gran dificultad porque necesitamos comer. Pero necesitamos ser libres y quizás es mejor no cobrar.

Pero este es un debate que estará siempre en el arte porque también es nuestro trabajo, es un trabajo digno y que se dignifica por el hecho de ser remunerado también. Pero el debate siempre es este y yo siempre lo tengo. Sí, necesito que me paguen, merezco que me paguen porque he estudiado mucho, me preparo mucho, todo lo que hago lo hago con profundidad y profesionalidad pero también necesito ser libre porque soy artista.

Cuando el dinero manda, el arte siempre pierde.

Enseñar en Cataluña siempre depende. Bueno, pienso que depende en todas partes. Pienso que siempre depende del profesor. También de los alumnos. Enseñar es un debate. El profesor es tan importante que debe desaparecer. No desaparecer, tiene que desaparecer cuando enseña porque el profesor es una herramienta para ellos.

Es aquí donde no debe haber diferencias. Yo he dado clases en Italia, Luxemburgo, algún curso en Inglaterra y veo la diferencia donde nace la llama para actuar.

Como decía antes, nosotros somos mediterráneos. Nuestra llama es orgánica, tiene una parte orgánica muy fuerte. Es cierto que Lorca no era catalán pero sus obras se estrenaron en Cataluña. Fue Margarita Xirgu quien estrenó a Lorca, una de las grandes actrices catalanas que tuvo que huir de España por Franco, otra vez. De hecho, la plaza en la que está el Lliure se llama Margarita Xirgu, es la gran actriz catalana que se marchó y fue quien estrenó las obras de Lorca en el teatro Romea.

Las obras de Lorca, las grandes obras, Bernarda Alba, Yerma, Bodas de Sangre, todas ellas, de un autor andaluz, se estrenaron en Cataluña a través de una actriz catalana. ¿Qué quiero decir con esto? Que Lorca es un gran representante del teatro español pero yo diría hispánico en el sentido de lo que Hispania sería o de lo que se llama ‘la piel de toro’, que es esta parte mediterránea nuestra.

Creo que mis alumnos de aquí viven las cosas con una pasión que no he visto en otros sitios y que yo mismo tengo. Lo noto, yo cuando he sido alumno fuera, si algo ha destacado y ha fascinado es esta pasión porque ellos ven las cosas desde otro lugar.

En Estados Unidos es más desde el entretenimiento. En Inglaterra hay un punto muy del pensamiento y la distancia. En Francia, la institución es muy importante. En Italia hay juego pero es un poco caótico. Cada país tiene su manera porque nacemos en una tierra y esta es de una manera. La sociedad es de una manera y, aún y así, nosotros somos pasionales.

El público catalán es muy curioso, es frío hasta un punto y, después, cuando lo cruza, es muy pasional. Creo que eso es muy catalán. Somos fríos porque tomamos distancias porque está el tema del análisis.

Quizás esto de estar en España y en el norte y miramos a España con distancia pero no estamos tan lejos. Cuando la mirada desaparece, somos apasionados, aplaudimos tanto o más que otros, gritamos más que otros, es por eso que no estamos tan lejos de los andaluces o los franceses. Al principio, parecemos franceses y después andaluces. Y, en definitiva, es nuestra naturaleza. Esto del control y todo eso, pero a la vez está la pasión. Somos pasionales pero también calculadores. Un poco fenicios porque estuvieron en Cataluña y eso se nota, hay una parte de cálculo.

De hecho, dicen que somos los hebreos de España, los judíos españoles, también por el tema de la industria, de la economía. Yo creo que hay un punto en que somos pasionales y calculadores a la vez. Esta dicotomía es interesante y el conflicto interno es grande y se nota en el público.

Se nota que al principio te están calculando. En el teatro se ve pero, en el campo del Barça, que es el gran exponente del entretenimiento porque es lo que es el fútbol. Es alucinante un equipo como el Barça, que es la gran joya de la corona barcelonesa y catalana. La gente, cuando vas al extranjero y dices que eres de Barcelona, dice ‘Ah, Messi, Messi’, o ‘Ronaldinho’. No nombran a Gaudí, dicen eso.

Tú vas allí y lo que ocurre tiene que ser muy impresionante para que el público se vuelva loco. En los últimos años, el Barça ha ganado todo pero la gente no se vuelve loca porque está el tema calculador. Ahora sí, cuando atravieses la frontera del entretenimiento, la gente se vuelve completamente loca y esto creo que es muy catalán.

 

El hecho de que, normalmente, los actores salgan a recibir aplausos tres veces, normalmente está entre dos y tres, tres sí, pero tres es mucho, aunque los hay.

El hecho de que la gente salga tres veces a saludar es una mezcla. Yo creo que hay una especie de complaciencia hacia los de fuera, lo que aplauden dicen ‘bueno, para mí, habéis trabajado, os aplaudo’. También está el tema festivo, yo creo que la gente, cuando aplaude muchas veces fuera, a no ser que sea algo irrefutable que has visto una maravilla y no lo puedes evitar, que esto sí que es verdad que lo hacemos más y ojalá lo hicieran en otras partes. Yo he estado en públicos franceses, ingleses o americanos donde veías cosas maravillosas y la gente aplaudía fríamente aunque por dentro morían de ganas de aplaudir, esto es un error por el otro lado.

Yo creo que el público debe ser honesto con lo que siente. A veces aquí es excesivamente festivo, es ‘venga, viva, fiesta’. Hay un poco de eso pero cuando algo es honestamente brillante, aquí se es más honesto que en otros países.

En cuanto a la poesía, yo soy muy fan de Goytisolo o Jaime Gil de Biedma, que hablan de esto perfectamente. Además es curioso que Jaime Gil de Biedma era un poeta de buena familia aunque era homosexual y, en la época de Franco, tuvo un jaleo brutal por eso. Goytisolo viene de familia de artistas pero se acaba suicidando aunque siempre estuvo luchando contra Franco. Por lo tanto, hay esto, son dos poetas que merece la pena ser recuperados.

Hay muchas canciones, lo que llaman la nueva canción que también es contra Franco. Els Setze Jutges o crear un grupo de cantautores y artistas que se rebelaban contra Franco. Hay mucho arte en contra.

En la literatura, está Pedrolo, interesante. Está Mendoza que es un caso curioso porque es un autor catalán que escribe en castellano y es muy reconocido en el mundo pero muchos catalanes no quieren reconocerlo porque escribe en castellano y muchos españoles no quieren reconocerlo porque es catalán. Es un grandísimo escritor que ha escrito, además, un libro maravilloso sobre la ciudad que se titula ‘La ciudad de los prodigios’. Habla de todo el cambio de Barcelona a raíz de la exposición universal.

Y en el teatro hay mucho autor joven. Es curioso porque ahora que hablamos del arte en contra, yo pienso que el arte catalán de los últimos cuarenta años ha tenido una clara connotación de confrontación a un régimen, a una forma de ser, y una de las obras, creo que es una trilogía, que está teniendo más éxito en el mundo es catalana y se llama ‘El Contra’, contra la política, contra el amor.

Es una gran metáfora, una obra que se llama ‘Contra’ y tiene mucho que ver con nuestra manera de vivir las cosas. Aquellos quienes todavía sentimos el dolor de la prohibición en la piel o de la anulación de la identidad. Estas obras son de Esteve Soler y son interesantes porque son reconocidas y apreciadas mundialmente.

En Cataluña, hay bastante teatro social, más que en muchas otras partes, pero cada vez está más enterrado.

Sí, hay autores que me acercan a mi realidad. Es verdad que, al tener una formación como actor, director, profesor, no sé qué soy, realmente. Ecléctica o internacional, a veces tengo la tendencia de mirar afuera. Cada vez miro más dentro pero más que nada porque miro las raíces, no tanto artísticamente, sino en todo en general, de dónde nace todo este impulso mío.

Pero hay autores. Lo que pasa es que bueno, yo creo que Cataluña y, en concreto, Barcelona es un gran vivero de autores y directores. También hay muchos grandes autores pero yo creo que nuestro fuerte son los actores, quizás me estoy echando flores a mí mismo, y también los directores.

Hay muchos directores como Calixto Bieito, Àlex Rigola, gente que va fuera porque está este tema de batalla y esto, el mundo lo reconoce, se ve, es evidente. Está el tema de la búsqueda, de conflicto no acomodado aún; pienso que los artistas de aquí lo tenemos. Es el ser de una parte o no serlo, venir de un lugar que no nos gusta y estar en otro que no sabemos si nos gusta. Esto genera conflicto, violencia, que ayuda a que las puestas en escena puedan ser más interesantes.

La verdad es que nunca he pensado si hay una tradición futurista. Sí que se ha utilizado a Barcelona como espacio porque todo lo que sea el modernismo, nos lleva a pensar en un futuro extraño. Yo creo que realmente sería interesante. El cine catalán cada vez es más grande porque hay escuelas que apuestan más pero no hay industria; es difícil generar este tipo de cine, un cine como podría ser Brasil o cosas de estas, más bien un futuro distópico.

Sería realmente interesante qué hubiese pasado si Franco no estuviera y los anarquistas hubiesen seguido. No gobernando exactamente, porque los anarquistas no gobernaban, no apostaban por una patria o un gobierno pero si no hubiesen sido eliminados de la tierra.

Y qué hubiese pasado. Por ejemplo, todo el movimiento anarquista y revolucionario hubiese acabado con toda la tradición católica porque una de las cosas que hacían los anarquistas en Cataluña y en España era quemar las iglesias como símbolos de opresión moral y ética. El qué hubiese pasado si hubieran continuado es interesante. Yo creo que hubiese sido mejor pero esta es mi forma de verlo.

Que yo sepa, no hay películas en las que se hable de esto. Yo consumo bastante cine, por lo tanto, no creo que haya. O si lo hay, está escondido. Pero yo creo que sería una gran película, ver qué hubiese pasado si Franco no hubiese existido y hubiese seguido esta dinámica. Quizás se hubiese quemado, se hubiese convertido en una especie de estalinismo peligroso. No sé, es algo curioso, hay que pensar sobre eso.

Creo que hay una especie de reverencia en el arte catalán, incluso dentro de la gente que se puede identificar como creyente. Por ejemplo, si miras Gaudí, que era un gran creyente, ves una rebelión contra la tradición. Hay una gran rebelión contra la tradición aquí, en Cataluña. Creo que es uno de los grandes motores que tenemos. Y esto hace que el arte pueda ser irreverente. Aquí, el hecho de ver a gente desnuda, gente en sangre, crucifijos quemándose es algo muy normal.

Como decía, la Fura dels Baus, con la cual tuve la suerte de poder trabajar en algún proyecto, ejemplifica un poco esto. Como otros, los juglares de la época, que eran eminentemente políticos y rebeldes, no como ahora que se han convertido en una especie de compañía complaciente con el poder; antes, cuando no lo eran, rompían todos los tabúes.

Está este tema de la confrontación. Creo que el arte y la violencia van juntos. Creo que el arte y la violencia se necesitan y se alimentan. Nosotros hemos vivido la violencia de muchas maneras, en contra y a favor porque Cataluña también ha sido un imperio.

Y Cataluña, con los famosos soldados almogávares que iban a Grecia a reventarlo todo y a violar a todo el mundo, también hemos sido un imperio al que podríamos llamar fascista, aunque era un término que no se utilizaba en esa época.

Los catalanes no somos, y no sé qué quiero decir con ‘no somos’, pero no nos podemos considerar solo víctimas. Para nada. No hay ningún país que sea solo víctima, no existe. Y los catalanes también fueron un imperio, ellos también enviaron barcos a América, y también colonizaron América, Cuba, Nápoles, Cerdeña, Grecia y el sur de Francia.

Si hablamos de Franco, hablamos de esto. No nos olvidemos, como tantos otros imperios. Como los católicos que ahora se quejan de que les ponen bombas, como los judíos que se quejan de que… Todo el mundo ha sido o es un maltratador social o un imperio opresor; nosotros lo hemos sido. Ahora nos viene muy bien a la hora de hacer de víctima pero no nos olvidemos porque de víctima a convertirse en opresor no hay mucho, es un paso muy pequeño.

Sobre esto, la crisis económica de España y Cataluña y Barcelona la analizo también desde el boom económico español. En España, en el 2000, creció un boom económico absolutamente irreal e irracional, que fue el boom de la construcción que Cataluña también vivió, quizás no como otras partes de España pero también lo vivió, y en Cataluña, claramente, fue por el turismo.

El turismo ha sido una bendicion y un pecado. De la misma manera que ha ayudado a Barcelona, también la ha hundido. Yo creo que la crisis española y catalana o barcelonesa no se puede entender sin el gran boom.

A partir del ’98, ’97, no sé bien bien cuándo porque tampoco soy economista, España era la bomba, económicamente. Y pasó lo que ahora estamos sufriendo, que en Barcelona, justamente, y también en Madrid y en grandes ciudades pero sobre todo en Barcelona y Madrid, los alquileres se dispararon. Barcelona era una ciudad que tenía un alquiler que podía costar un cuarto de lo que vale un alquiler en Londres y, en diez años, se ha puesto casi al nivel de Londres. Esto fue una barbaridad para la gente de aquí.

A partir del ’98, ’97, no sé bien bien cuándo porque tampoco soy economista, España era la bomba, económicamente. Y pasó lo que ahora estamos sufriendo, que en Barcelona, justamente, y también en Madrid y en grandes ciudades pero sobre todo en Barcelona y Madrid, los alquileres se dispararon. Barcelona era una ciudad que tenía un alquiler que podía costar un cuarto de lo que vale un alquiler en Londres y, en diez años, se ha puesto casi al nivel de Londres. Esto fue una barbaridad para la gente de aquí.

El individuo sí pero la ciudad de Barcelona no ha dejado de crecer incluso en época de crisis. Los metros no han dejado de mejorar, seguramente menos de lo que lo hacían antes pero la cosa ha ido mejorando siempre. ¿Por qué? Porque había turismo, un turismo un poco salvaje, este turismo de playa, sangría y gorro mexicano de la Rambla que ha hecho que Barcelona se mantuviera.

Pero esto no significa que el individuo se mantuviera. Con esto ha habido una bajada de alquileres. Ahora, que dicen, yo no lo entiendo, que la economía empieza a crecer. Entonces, nada más empieza a crecer, los alquileres en Barcelona ya empiezan a subir de una manera brutal.

Barcelona vuelve a ser carísima, otra vez. Ya lo era, bajó un poco pero ahora vuelve a ser carísima.

Creo que esto ha afectado mucho a los pequeños comercios. En Barcelona es muy famoso el concepto ‘botiguer’ [vendedor]. De hecho, hay una obra de teatro que es un auca, el auca del señor Esteve que es el pequeño botiguer catalán. Si alguien quiere entender el pequeño comercio catalán, tiene que leer el auca del señor Esteve porque habla de eso, del pequeño vendedor.

Este pequeño vendedor que se ha retratado de muchas maneras y tiene un cierto punto mezquino, de pequeño, de mirar por su propia tienda, está desapareciendo de una forma peligrosísima.

Por las franquicias o, incluso, no solo por ellas sino por gente que monta negocios como quien planta flores. De una forma rápida y sin ningún tipo de consciencia. De forma depredadora, esta forma salvaje de ahora monto un negocio y me forraré porque Barcelona está de moda y lo exploto y después me voy a otro sitio y ya está. O en diez años me forro y después me voy.

Esto hace que ciertos barrios que han tenido siempre comercio de proximidad, lo esten perdiendo. Nosotros, como compañía, estamos en un barrio, en el Born, que es el máximo exponente del ‘Barcelona, way of life’, esta ciudad de diseño que, al mismo tiempo, tiene historia. Pero está consiguiendo que, por ejemplo, el otro día leía que en el barrio del Born, una persona de barrio, para hacer una fotocopia, tiene que caminar un kilómetro.

Claro, esto antes no pasaba. Tú tenías una fotocopiadora al lado. Para hacer una fotocopia tienes que caminar un kilómetro, ¿qué significa esto?

Esto significa que solo hay tiendas guays, que cambian cada dos meses, tatuajes, barberías enrolladas, todo es muy cool. Pero claro, la gente que vive allí y que tiene que hacer una fotocopia o tiene que comprar una pieza de fruta, se tiene que alejar un kilómetro de su barrio para poder comprar.

Este movimiento es un poco peligroso. Yo creo que ahora está frenando. El nuevo gobierno de la ciudad está intentando frenarlo, lo que pasa es que esto es muy potente. Hay gente de Barcelona que no vive en estos barrios, que vive fuera, y les parece bien.

No es solo la multinacional, no es solo el turismo, el turismo viene y ni se entera, viene con Ryanair y todo está bien, todo es bueno, comes bien por poco dinero y como estás una semana, no te importa gastar. Pero hay gente de Barcelona que no vive en esta parte y le parece bien porque ven que la economía barcelonesa crece.

Claro que crece pero crece de una forma en que se está perdiendo la identidad. Y esto es muy curioso porque muchos de los que defienden la independencia son los mismos que defienden este modelo. O sea, defienden la independencia porque dicen que no quieren perder la identidad pero, al mismo tiempo, apoyan un modelo que lo que hace es destrozar la identidad. Por eso, lo de la independencia es un poco peligroso, viene de movimientos con los que no estoy nada de acuerdo.

 

Creo que hay una manera segura de conseguir un turismo que sea consciente. Evidentemente, yo no sé cómo hacerlo pero sí que creo que en todas partes, Cataluña incluída, Cataluña, España, el mundo incluído, tienen muchas cosas que ofrecer que no necesitan ser explotadas.

¿De qué sirve venir a Barcelona tres días, pasar por la Sagrada Familia por dentro o por delante, tomar veinte litros de sangría e ir a la playa y quemarse si no expandes un poco tus conocimientos?

Creo que es una cuestión, como siempre, educacional y global. Vivimos en un momento de eventos, como diría Facebook. Y visitar Barcelona es un evento más y se tacha del mapa. Ya está, he visto Barcelona como he visto Nueva York, Londres… En lugar de tomarse un tiempo o intentar acercarse de una forma más abierta y no tanto de placer sino de conocer lo que pasa.

Pero no queremos conocer, queremos consumir. Y esto es una cuestión global. Yo creo que es el turismo de la rapidez. Vivimos en un mundo de fast food pero no solo en el sentido de comer, sino que vivimos en un momento del ahora y ya está, quemémoslo porque se acaba.

Yo creo que esto tiene mucho que ver con una idea social, política y económica del mundo que es pensar que lo mejor es que me enriquezca rápido y quemarlo. O lo mejor es comer todo ahora y explotar en lugar de comer un poco y pedalear, en lugar de ganar diez euros con esfuerzo, o en lugar de ir directamente a sitios que me permiten crecer como persona.

Yo creo que la gente que viene a Barcelona, pero no solo a Barcelona, después de venir, no les cambia la vida. Y un viaje debería ser un pequeño cambio, y no pasa. Pero es una cuestión cultural, social, yo creo. No solo tiene que ver con el turismo en Barcelona, pero es un claro ejemplo.

Yo ahora he estado en Madrid, fui a ver una exposición al Prado que me interesaba mucho. Aunque Madrid también tiene este turismo, pero tiene unos museos brutales, como los tiene Londres o París o Nueva York y aún y así, la gente que va a los museos lo hace para tacharlos de la lista. Ha marcado el Prado o el British o ha marcado el MoMA. No van allí a que la experiencia sea un cambio o de profundizar. Y esto es un mal endémico.

Tiene que ver, y me pondré antiguo, con un sistema de capitalismo feroz. Barcelona es un ejemplo más. Esto es una pena porque era una ciudad en la que había anarquismo, colectivización… Todavía hay porque hay movimientos, ahora tenemos una alcaldesa que nace de esto y, por lo tanto, hay una pequeña esperanza. Pero bueno, esto es global, por desgracia, creo.

 

Estaría muy bien que los turistas americanos se acercaran a lo que la gente es. Lo que digo es un tópico, evidentemente. ¿Y cómo podríamos acercarnos a la gente de Barcelona? Seguramente, a la gente que hace cosas en grupo. Si antes decíamos que hay esta tradición de grupo, de conjunto en Cataluña, que todavía está.

Yo creo que para los americanos, que es una sociedad eminentemente individualista, el hecho de ir a ver castells, pero no solo ver castells como turista, sino ponerse debajo de los castells. Incluso ver la sardana, que tienen un punto aburrido pero, a la vez, ves a gente junta que está haciendo algo. Incluso grupos más de acción política o incluso de huertos urbanos, de cosas que están pasando en los barrios.

Yo creo que aquí los americanos se enamorarían y habría un cambio para ellos. Sería una manera de ver que en grupo se puede. Porque creo que Estados Unidos es el pionero, por desgracia, en esta especie de catástrofe que es el individuo como único ser importante. Que es ‘como la vida dura poco, la quemo ya’. Yo pienso que el primer laboratorio es Estados Unidos pero aquí es un laboratorio que está empezando a existir. o sea, pienso que los americanos también son víctimas de esto. Son creadores pero también víctimas como lo somos nosotros.

Yo pienso que la fuerza de aquí es el grupo. Hay algo de grupo que yo creo que puede sacudir más que en otros sitios.

 

Cataluña tiene una gran tradición de grupo pero vive en esta sociedad que es evidentemente individualista, que te dice que lo importante es estar mirando la tele solo un rato, con la familia, pero igualmente mirando la tele.

Creo que tenemos una tradición grupal interesante, muy chula.

 

 

En mi familia no hay artistas en un sentido profesional. Pero, por ejemplo, mi abuelo era un gran dibujante, era joyero, se dedicaba a hacer joyas y había en él un espíritu artístico.

Es curioso que me haya dedicado al arte, es una pregunta que todo el mundo me hace porque además, nosotros somos cuatro hermanos, cuatro chicos. Yo soy el mayor, me dedico al teatro. Pero mi segundo hermano, Roger, es músico. El tercero es fotógrafo. O sea, que los tres hemos tirado por el camino artístico.

Creo que, y esto siempre se lo he agradecido a mis padres por encima de todo, el hecho de que nos han enseñado o nos hayan alentado a que todo es posible y que tenemos que luchar por nuestros sueños, sean cuales sean.

Y esto es algo que nos hace fuertes porque dedicarse al arte es una lucha constante. Siempre es precario todo. Y ves al mundo, que todo el mundo está bien, tienen casas, coches, y nosotros no.

Yo pienso que también hay una búsqueda de la belleza, algo hay, hay algo muy humano en el arte. Es lo que decía antes, yo creo que estoy en el arte porque, seguramente, hay algo de entenderse a uno mismo, que no me entiendo, pero también de entender el mundo en el que vivimos.

Es verdad que hacemos arte pero siempre hay una implicación política y esto tiene mucho que ver con la tradición familiar. Creo que el arte es una herramienta para hablar de cosas que nos preocupan. Que puede ser la conexión humana como puede ser la sociedad, que es un lugar que nos preocupa. En mi casa se habla mucho de política, somos muy políticos y el arte es una herramienta.

No sé de dónde nace, creo que, bueno, sé que de pequeño siempre estaba haciendo cosas, digamos, artísticas; bailaba, cantaba, inventaba mis obras de teatro, me travestía, constantemente. Por lo tanto, creo que, en mi caso, es un sentido de juego constante. Soy juguetón, de aventura. Me gusta jugar. Por lo tanto, el teatro es un lugar de juego y allí hay un terreno para mí y creo que esto es lo que me ha traído aquí.

Una de las historias que me explicó uno de los profesores más importantes que he tenido, que es Philippe Gaulier, que fue profesor mío en Londres y en París, tiene que ver con Franco.

Explica que cuando Franco murió, él estaba en Francia con unos amigos suyos que eran claramente de izquierdas y llenaron un coche de champagne y fueron hasta Barcelona para celebrarlo.

Tiene mucho que ver con este momento de euforia, de locura colectiva que se vivió en el momento de la muerte de Franco, la gente salió a la calle a celebrarlo.

Y él vino desde Francia para celebrarlo con sus amigos. Él también nos explicaba en clase la sensación de placer y locura total y también de peligro y miedo porque Franco había muerto pero el régimen todavía continuaba.

Y él hizo todo un viaje, creo que desde París, con el coche lleno de champagne para poder celebrar la muerte del dictador. Y esto explica muy bien la euforia que se vivió, no solo aquí, sino también fuera. La gente que vivía esto como una opresión, como un crimen a la libertad. Sobre todo en el arte, que es el primero que sufre, en las dictaduras, sobre todo de derechas.

Cataluña es un privilegio en el sentido del espacio, de la tierra. Tenemos el Mediterráneo, los Pirineos, la ciudad de Barcelona, que es una metrópoli internacionalmente reconocida con una arquitectura curiosa y que, al mismo tiempo, está en ebullición constante. Y estoy hace que nuestra…

Yo soy metropolita de naturaleza. De hecho, vivo muy mal en los pueblo, no sé vivir allí. De hecho, no lo he intentado porque sé que me volvería loco y siempre he vivido en ciudades más grandes que Barcelona. Barcelona, al final, es la más pequeña de todas en las que he vivido.

Pero es verdad que esta relación que tenemos nosotros con la tierra, con el mar, los colores, que nos llevan a la naturaleza. Precisamente, hablo de ciudades en las que he vivido como Nueva York, Londres o París; ciudades muy interesantes, muy vivas, muy bonitas en muchos sentidos, pero que no tienen unos colores como los que tenemos nosotros.

Creo que el cielo que tiene Barcelona, a pesar de la polución, pero el hecho de que estemos al lado del mar, el cielo de Barcelona o de Cataluña, podríamos decir el Mediterráneo, hace que tengamos una mirada curiosa hacia el arte.

De hecho, Miró, como decías, es un gran ejemplo de esto. Porque, justamente, Miró era barcelonés pero él se identifica con un pueblo de Tarragona porque es allí donde ve la luz. Aunque suene metafóricamente espiritual, nos referimos realmente a la luz. Hay una luz aquí que mucha gente lo dice ‘hostia, el cielo de Barcelona’. Digo de Barcelona porque hay mucho turista que viene de Cataluña, del Mediterráneo o de la zona costera del Mediterráneo, y es eso lo que les trae.

También, Cataluña es bastante rica en agricultura porque no es muy seca. No es tremendamente seca como muchas partes de España que sí lo son, desgraciadamente. Entonces, hay mucha fruta, por lo tanto, hay mucho color.

También tenemos los Pirineos, que son unas montañas relativamente altas, es una cordillera alta en la que hay nieve. En dos horas, estamos en la nieve. En tres minutos, en la playa. Esto es un privilegio.

Y esto hace que la naturaleza tenga mucho valor. Grandes artistas catalanes como Dalí, como Pau Casals, aunque no era de aquí, pero bueno.

Dalí, por ejemplo, vivía en una zona, toda la zona del Empordà, allí el viento pica y es una fuerza de una brutalidad tremenda. Por lo tanto, la naturaleza está muy presente.

Creo que nosotros estamos vinculados a la naturaleza porque es muy orgánica. Vuelvo a decir, somos gente orgánica. No somos como los alemanes, en general, estoy generalizando, que hay mucho filósofo porque están todo el día aquí. Nosotros estamos aquí, en contacto. Ellos están aquí, nosotros necesitamos el contacto, somos orgánicos, en general. De ruido, de luces, de fuego. La tradición con el fuego, con la arena, con la fruta, con el tomate. Hay una fuerte tradición, con las fresas también. Hay un color. Aquí hay colores.

De hecho, si miramos qué es el diseño, aquí hay bastante sobre diseño con marcas registradas de estas pero si alguna es muy característica de aquí, es Desigual, es muy de aquí. A parte de toda la historia empresarial que tienen. Pero algo como Desigual solo puede nacer en Barcelona porque tiene un sentido de color, de desorden, de… Esto no lo verás en Nueva York, ni en París, ni en Milán. Es barcelonés, claramente, como Gaudí. Bueno, todo esto del color, barcelonés o catalán.