Helena Ruiz
Entrevistado el 10 de septiembre de 2017 para la serie documental Catalunya Barcelona .
17 de agosto de 2017.
Bueno, yo acababa de llegar de un viaje la noche anterior y me levanté muy tarde, muy cansada, con nada de ganas de ir a trabajar.
Metí mis pocas ganas en un bolsillo, me vestí, salí a la calle a las 17:05 a coger el metro en Paralel para coger la línea tres dirección Diagonal, a mi trabajo.
Bajo las escaleras hacia el andén y me encuentro a unas 150-200 personas que estan ocupando el andén. Todas se miraban el reloj, ¿qué está pasando? ¿Porqué no viene el metro?
Habia un señor en la columna de información, que hay un botón que te comunica con una persona que te de información o te socorra, que le estaba reclamando que por favor nos devolvieran a todos los viajeros los informes de nuestros billetes, porqué se ve que el servicio se habia detenido por alguna questión que no informaban.
Yo llamé a mi trabajo para informar que iba a llegar unos minutos tarde, porqué el tren parecía que no venía y tenía que cojer un taxi.
Mi compañero, desde el trabajo, me dijo que acababa de hablar con su mujer y esta le habia comentado que algo había sucedido en las Ramblas.
No se sabía todavía si había sido una bomba, un atentado, una falsa noticia…
Pero me dijo, palabres textuales, “Sal del metro”.
Yo, absolutamente consternada, recibí un golpe de adrenalina muy fuerte dentro de mis venas, me desperté de golpe.
Mi primera reacción fue buscar en internet Ramblas de Barcelona. Encontré una noticia que tenía cuatro minutos que decía que había sido un atentado.
Y que habían atropellado a mucha gente.
Yo estaba en ese momento en la calle, en Paral·lel con Sant Pau intentado comunicarme con mi mejor amiga, mi compañera de piso, que ella trabaja en las Ramblas.
No me contestaba al teléfono y en ese momento fuí presa del pánico absoluto, de la incertidumbre, y la falta de seguridad de saber si mi amiga estaba bien.
Al cabo de dos minutos, conseguí localizarla. Me dijo que estaba viva pero no podía decir que estaba bien porque, realmente, estaba absolutamente sumida en el pánico de ver a una estampida sumida de gente corriendo sin saber hacia donde.
Una furgoneta que iba arrollándolo todo a su paso.
Más gente corriendo, policía también corriendo de un lado para otro sin saber exactamente a quién estaban buscando ni por donde, porque se ve que el conductor se camufló entre toda la gente que estaba corriendo y era bastante difícil encontrarla.
Yo, en ese momento, tenía un sentimiento muy extraño en mi que no he tenido antes y espero no volver a tener.
Era como que me sentía muy dividida. Por una parte, sabía que tenía que ir a mi trabajo porque soy muy responsable en ser puntual. Pero por otro lado, sentía la necesidad de corazón de ir corriendo hacia las Ramblas a defender a mi pueblo.
Fue una sensación muy extraña. Realmente no me interesaba ir a ver con el morbo las víctimas del atentado. Quería ayudar.
Quería ayudar a rescatar a la gente, llamar ambuláncias, llamar a los bomberos, ayudar a la gente que estaba en ese momento de desorientación a llegar a su casa o a su hotel.
Claro que al final acabé resolviendo que no, que tenía que ir a mi trabajo y hacer más o menos eso con los clientes que estaban allí dentro.
Porqué se ve que la policía fue recorriendo toda la ciudad megáfono en mano, aconsejando a todos los establecimientos bajar la persiana y mantener dentro, a a salvo, a todos sus clientes.
Porqué había, lo que al final acabó siendo un bulo, pero había una supuesta amenaza de bomba en toda la ciudad.
Entonces, fuí a mi trabajo, le pedí por favor a los clientes que estaban allí en ese momento que llamasen a un taxi, o un familiar, o que tratasen de ponerse a salvo en sus casas porque no era seguro, tampoco, estar en un establecimiento.
Resuelto este caso, los tres clientes que había dentro del establecimiento donde trabajo, cerramos mi compañero y yo, y acompañé a mi compañero hasta su vivienda en el Eixample puesto que es bastante más joven que yo. Estaba muy asustado con la situación y le daba miedo ir caminando hasta su casa.
Estuve refugiada dentro de este piso de estudiantes durante cuatro horas, que la verdad fueron bastante reconfortantes, sentirme protegida allí dentro. Porque además, como yo vivio dentro de ‘Ciutat Vella’, el cordón policial no me permitía llegar a mi casa.
Fueron varias horas de llamas telefónicas con familiares, con amigos de todas partes, que me llamaban para preguntarme si estaba bién y yo llamaba a mis amigos y familiares también para preguntarles si estaban bién.
Cuando se calmó un poco la cosa, a eso de las nueve de la noche, decidí intentar regresar a mi casa de nuevo. Cuando llegué a mi calle, me encontré que el cordón policial que no me permitiria entrar ya no estaba.
Se había centrado más, se había cerrado en la zona de las Ramblas.
A eso de las 11 de la noche, mi amiga no había conseguido todavía que le diera permiso la policía para salir del local donde ella trabaja y regresar a casa.
Bueno, a mí lo que más me ha afectado, a nivel personal directo, ha sido mi amiga.
Porqué ella, es un poco fuerte lo que voy a decir, pero ella vió morir a gente desangrada en la acera.
Con toda la impotencia de no poder salvarles la vida de ninguna manera, porque ella no es médico ni es enfermera. La policía que estaba allí, que les había ordenado cerrar el local – bueno, bajar la persiana y cerrar por dentro con toda la gente dentro – tampoco les permitían a nadie salir a la calle a rescatar o tratar de ayudar a esas personas que estaban heridas.
Esto ha creado en mi amiga un sentimiento de dolor bastante grande y de impotencia. Supongo que de alguna manera, se deben – no solamente ella, si no todos en general – sentir un poco complices, porque ves que hieren a un montón de personas y tu estas con las manos atadas y no puedes ayudarles, no puedes rescatarles, no sirve de nada llamar a la ambulancia porque esta todo cortado y ni siquiera la ambulancia llega.
La gente estuvo sangrando durante horas en la calle, sin más ayuda que la de otras víctimas que no habían sido heridas, que iban a taparles las hemorragias, a darles agua, y ya está, parecía que no se podía hacer nada más.
Bueno, mi amiga ahora algo mejor.
Ha estado asistiendo a la ayuda psicológica que ha puesto el ayuntamiento para los trabajadores de las Ramblas. La cosa está un poco más tranquila.
Pero, bueno, es un poco la manera que más me ha afectado a mí, a través de mi amiga que trabajaba allí.
Por supuesto, me sabe muy mal por todas las víctimas, pero por mi parte, hacia los terroristas, solamente puedo decir que no van a tener nunca mi odio.
Para mi son personas que están muy confundidas, que están utilizando la religión como una excusa para crear una guerra, que a mi no me engañan. Esto no es una cuestión de religión, es una cuestión económica.
Es una cuestión de petróleo, no de religión.